martes, 8 de abril de 2008

Socialización y maduración


Foto editada por See-ming Lee ??? SML

"Dejando a un lado la tradicional controversia "herencia-medio" (es decir, la polémica sobre si el hombre es un ser social por naturaleza o si su sociabilidad se debe exclusivamente al aprendizaje), no podemos negar algo irrefutable: el ser humano va a vivir inexorablemente en sociedad, pero, el hecho es, que cuando nace, no está capacitado para hacerlo.

Y no lo está, entre otras cosas, por dos razones: por un lado no es biológicamente maduro para ello (su sistema nervioso no es aún capaz de desarrollar conexiones complejas que le permitan, por ejemplo, recordar personas, situaciones o contextos diversos o similares; o interpretar las conductas de los otros; o reaccionar agresivamente ante una amenaza para su supervivencia, etc.); por otro lado, no está socializado, es decir, no ha aprendido a cooperar, ni ha adquirido el conjunto de habilidades y conductas propias de su grupo social.

Aunque la maduración y la socialización son procesos distintos y distinguibles, están relacionados de muy diversas formas y ninguno de ellos puede llegar a cumplirse satisfactoriamente sin el otro (Handel, 1988b):

En primer lugar, el recién nacido necesita alimentos y cuidados para madurar y para sobrevivir. Y la socialización se inicia, precisamente, en estas actividades de cuidados del recién nacido, que le aportan las primeras experiencias del mundo social en el que acaba de entrar. Las personas que proveen al niño de estos cuidados son, a su vez, los que interactúan con él y los que responden a sus gritos y primeras vocalizaciones. Estas personas que cuidan al niño implican, al menos, tres características esenciales para la posterior socialización del pequeño:
  • a) La habilidad para experimentar "empatía" - o "simpatía" como la definió Cooley (1964)-, es decir, la capacidad para situarse en el lugar del otro (en este caso el bebé) y comprender lo que experimenta y lo que necesita.
  • b) La habilidad para comunicarse con palabras.
  • c) Y la habilidad para tener un concepto de sí mismo como alguien diferente de los demás.
Ninguna de estas habilidades está presente en el recién nacido, pero se desarrollarán a lo largo del proceso de interacción social.

En segundo lugar, muchas actividades requieren una acción conjunta de la maduración y de la socialización para su adecuada adquisición y desarrollo. La socialización puede, dentro de unos límites, dirigir la maduración y, en contrapartida, la maduración pone ciertos límites a la socialización (Breuer, 1982):

Determinadas actividades requieren un determinado nivel de maduración para que puedan aprenderse; pero las experiencias socializantes pueden no proveer al individuo de la posibilidad de hacerlo, dando como resultado que las capacidades neuromusculares que afectan a dichas habilidades no se desarrollen hasta el nivel madurativo que le sería posible alcanzar al individuo.

A su vez, las experiencias de socialización se ven limitadas por el nivel de maduración que tiene el individuo en cada una de las etapas de su desarrollo: por ejemplo, para algo tan sencillo y tan propio de la interacción social, como es aproximarse a otro ser humano, hace falta un suficiente grado de maduración como para permitir el desplazamiento en el espacio necesario para ello.

En definitiva y como en casi todo logro conductual, las relaciones del aprendizaje de la conducta social y de la maduración nerviosa son, ciertamente, estrechas y productivas y en ningún modo independientes como a primera vista pudiera parecer."

NAVARRO GUZMÁN, J.I. (Coord.)(1993) APRENDIZAJE Y MEMORIA HUMANA. Aspectos básicos y evolutivos. Madrid: Editorial Mc Graw Hill. (Págs. 626 - 627).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Una gran información la que transcribiste, estaba buscando por interten esta interacción entre la socialización y la maduración para una tarea y afortunadamente encontré tú blog. Muchas gracias por el aporte!

Anónimo dijo...

Fe de erratas...:
INTERNET! No: interten! :P saludos desde Ciudad de México.