lunes, 26 de mayo de 2008

Desarrollo Emocional

Foto editada por JOAN PLANAS


"Definir la emoción es difícil porque no es fácil saber el estado emocional de un niño o un adulto. ¿Se encuentra el niño en un estado emocional cuando su corazón late más fuerte, las palmas de sus manos sudan y su estómago se revuelve? ¿O cuando sonríe o hace muecas? El cuerpo y la cara juegan papeles importantes para comprender la emoción de los niños. Sin embargo, los psicólogos debaten la importancia de cada uno para determinar si un niño se encuentra en un estado emocional. Para nuestros propósitos, describiremos la emoción como un sentimiento, o afecto, que puede implicar una activación psicofisiológica (un incremento del ritmo cardíaco), una experiencia consciente (pensar sobre estar enamorado de alguien) y una respuesta conductual (una sonrisa o una mueca). Los psicólogos debaten cuál de estos componentes es el aspecto más importante de la emoción y cómo se combinan para producir las experiencias emocionales (Cacioppo y Gardner, 1999; Izard, 2000).

Cuando pensamos sobre las emociones de los niños, nos vienen a la mente algunos sentimientos dramáticos como rabia, miedo y alegría extrema. Pero las emociones pueden ser también sutiles -el sentimiento de una madre cuando tiene a su bebé en brazos, una ligera irritación por aburrimiento y la inquietud por encontrarse ante una situación nueva.

El afecto en las relaciones entre padres e hijos.

Las emociones son el primer lenguaje por el que padres e hijos se comunican antes de que el niño empiece a hablar (Maccoby, 1992). Los bebés reaccionan a las expresiones faciales de sus padres y al tono de voz. A cambio, los padres "leen" lo que los bebés intentan comunicar respondiendo de forma apropiada cuando los bebés están afligidos o felices. Los padres sensibles y responsables ayudan a sus hijos a crecer emocionalmente aunque el niño responda de manera afligida o alegre.

Los aspectos iniciales del apego de los niños con sus padres están basados en los intercambios relacionados con la emoción, como cuando un bebé llora y el cuidador responde de forma sensible. Al final del primer año, las expresiones faciales de la madre -sonriente o temerosa- influye sobre si el niño explorará un entorno desconocido. Y cuando un niño oye a sus padres discutiendo a menudo reacciona de forma desconsolada y abandonan el juego (Cummings, 1987). De forma excepcional las familias con buen funcionamiento a menudo incluyen el humor entre sus interacciones, algunas veces haciéndose reír unos a otros y aportando simpatía y buen humor para reducir la tensión en los conflictos. Cuando se ha inculcado buen humor en el niño, el niño es más propenso a obedecer las órdenes de sus padres.

Las capacidades de comunicación afectivas entre el niño y el adulto hacen posible la coordinación de las interacciones entre ellos (Thompson, 1999). Las interacciones cara a cara de adultos y niños de tan sólo tres meses son de deble dirección (reguladas mutuamente). Esta coordinación ha llevado a caracterizar la interacción entre la madre y el niño como "recíproca" o "sincronizada". Éstos términos intentan captar la calidad de la interacción cuando se lleva a cabo bien."

SANTROCK, J.W. (2003) PSICOLOGÍA DEL DESARROLLO DE LA INFANCIA. Madrid: Mc Graw Hill. (Págs. 173 a 174) (Traducción BRENDA NAVARRO CASTELLET. Revisión técnica Dr. JOSÉ I. NAVARRO GUZMÁN).

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